lunes, 2 de julio de 2012

“FE, ESPERANZA Y CARIDAD, SON LAS VIRTUDES DE LA HERMANDAD”
José Cupertino Coya Carrión, docente de profesión, casado con Estela Ponce Ramos, tiene tres hijos, que son su mayor orgullo: José, Juan y Marcos; junto a su familia forma parte de la hermandad “Celadores de la Virgen María de la Candelaria”. José, en la actualidad es presidente de la hermandad, cargo que asumió en el año de 1997, con la gracia y bendición de la Santísima Virgen María de la Candelaria. El amor, es como una coraza que protege al que lo entrega y al que lo recibe, y no existe amor más sublime que el de una madre a su hijo, un hijo que agradecido busca, hasta encontrar, la manera de retribuir ese amor y ni el paso de los años, ni las personas cambian estos sentimientos, al contrario los corazones se afianzan con fe y esperanza; ¿acaso, no es éste el amor sienten los feligreses de la Virgen de la Candelaria?, pues sí, es ese amor el que los llena de paz y alegría. Es así que cuando una comunidad se forma por el amor que se tiene a Dios, se asume un compromiso de solidaridad, dedicación y entrega para que así las responsabilidades se hagan más fáciles y prácticas, las mismas que están orientadas al crecimiento y desarrollo armonioso de la comunidad; así también es la hermandad “Celadores de la Virgen María de la Candelaria”, un grupo sencillo conformado por más de 50 familias, que aferradas con amor y fe, velan por la Santa Madre de todos los puneños, Madre a la cual dedican fervorosas oraciones y nobles acciones. La hermandad “Celadores de la Virgen María de la Candelaria”, nace un 31 de enero de 1972, a iniciativa de los socios del “Círculo Unión Puno”, que tenían como labor resguardar y conservar los enseres y patrimonio de la Virgen, ésta tarea se continúa y en la actualidad, va guiada por José Cupertino Coya Carrión, presidente de la hermandad de los Celadores de la Virgen María, elegido hace más de 12 años. José Coya, desde que ingresó a la hermandad, ha visto a muchas personas convertirse en devotos de la Virgen, personas que luego se comprometen y esperan ansiosos una gracia, una bendición: ser alferados de la fiesta y la Octava de la Virgen María de la Candelaria, tarea que resulta ser muy gratificante y sencilla, porque todos los que han pasado de alferados o lo están esperando, pueden confiar en la hermandad “Celadores de la Virgen María de la Candelaria”. “Yo ingreso a la hermandad Celadores de la Virgen María de la Candelaria, en el año de 1979, mi compromiso se hace más fuerte y se reafirma cuando paso como alferado en el año de 1987, la presidencia la asumo en el 97, siendo elegido por el párroco de la Iglesia San Juan Bautista, ya son 14 años en el cargo, años en los cuales la Virgen me ha protegido y aún permite que la acompañe”, dice mientras mira con añoranza la imagen de la Virgen. Los “Celadores” como hermandad es una asociación de Laicos de carácter religioso, dedicados íntegramente a la veneración de la Virgen, promoviendo la fe y devoción, “entendemos que somos personas incorporadas al pueblo de Dios por medio del compromiso bautismal siendo el soporte de su obra”, precisa José Coya. “Durante la fiesta la función principal es la buena presentación de la Virgen de la Candelaria, para ello hacemos cada 15 días el cambio del manto, de su ropaje y el cambio de las flores; dentro de esta asociación hay tres clases de escala de personas; primero, están los celadores o alferadosde la fiesta o de la octava; segundo, los peregrinos que llevan una réplica de la imagen de la Virgen a distintos hogares, y finalmente los devotos”. Hasta la fecha, la Virgen de la Candelaria cuenta con 130 mantos, sin mencionar la ropa interior y las joyas que le regalan; y si hablamos de alferados, ya hay personas inscritas hasta el 2021, las mismas que deben prepararse, tanto a nivel espiritual, como social; para ser alferados, el requisito básico es tener una familia constituía dentro del matrimonio, ya sea civil o religioso. “Nosotros practicamos tres virtudes teologales; la fe, por la que creemos sin la necesidad de ver; la esperanza, teniendo como cumbre a la Santísima Trinidad; finalmente, la caridad. Nuestro Principio: En la casa de Dios, no hay diferencias, nadie es más y todos somos iguales”, dice José Coya con la plena seguridad de un soldado de Dios.

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